Los productos y el equipamiento específicos para la limpieza eficaz de suelos deben corresponderse con las propiedades y comportamientos de los materiales que los componen. El equipo de Rodapillo los clasifica en estas 5 categorías, según el tratamiento de limpieza que requiere cada uno de ellos:
Suelos duros cristalizables, (mármol, terrazo, etc.), Son suelos porosos: cuando se instalan presentan un tratamiento de pulido y abrillantado. En estos suelos hay que procurar no dañar ese brillo; de lo contrario, se abre el poro, lo que favorecerá que la suciedad se incruste. Es muy recomendable abrillantarlos anualmente, para cerrar los poros que se han podido crear por el uso. El mantenimiento se realiza con limpiadores neutros o amoniacales; nunca con lejía o productos abrasivos, porque a primera vista parece que dan buen resultado, realmente dañan el brillo y abren el poro. Además, hay productos abrillantadores que, además, de limpiar aportan algo de brillo.
Suelos duros no cristalizables (gres, plaquetas, azulejos). Son suelos fríos y duros que aguantan todo tipo de producto e incluso los más agresivos como ácidos y lejías; pero, con el tiempo, terminan perdiendo su brillo. Para la primera limpieza, o si el suelo presenta mucha cal, se puede echar mano, puntualmente, de ácidos, pero siempre lo más suaves posibles. Y desde el principio, aplicar limpiadores neutros o amoniacales y desinfectantes de garantizada calidad y más duraderos.
Suelos de madera (parquet y tarima). Lo más recomendable es limpiarlos con mopa semi húmeda: retira, al mismo tiempo, el polvo y las manchas. Una vez a la semana o cada quince días, es indicado fregarlos con un producto especial para maderas y, siempre, con la fregona muy escurrida. Aproximadamente, cada 10 años se aconseja acuchillar y encerar el suelo, para así cerrar los poros y alargar la vida de la madera.
Suelos blandos (tarimas, vinilos…). No necesitan tratamiento especial. Son suelos con gran resistencia al desgaste y aguantan bien cualquier tipo de productos, aunque se desaconsejan los ácidos. Para el mantenimiento óptimo elige limpiadores neutros o amoniacales.
Suelos especiales como el granito o el barro cocido, son superficies porosas que no tiene tratamientos fáciles para cerrar poros. Se recomienda fregarlos con cepillo de raíces y limpiadores neutros, amoniacales o hidrolimpiadoras. En estos suelos lo importante es la prevención, porque si cae alguna mancha se quedará para siempre.
Para no errar en la limpieza de nuestros suelos, RECORDEMOS que, antes de aplicar productos de limpieza, primero, se deben barrer suavemente o pasar el aspirador (si hay que retirar residuos más gruesos). Con este proceso, la suciedad se retira mejor, no se arrastran residuos y evitamos rayar las superficies.
Por último, no olvidemos que lo más eficaz es la prevención. Por ejemplo, y especialmente en los suelos porosos, evitaremos depositar directamente bolsas de basura: por efecto de la acidez de los alimentos, pueden supurar y provocar afeadas manchas. De no retirarse de inmediato, se producirán manchas de complicada o imposible limpieza.